El último trámite de mi padre

Luis Venegas En mayo de 1994, mi padre llegó al Cementerio para despedir a quien fue su esposa, separados desde 1974. Después compartimos en familia y rechazó mi oferta de venir a vivir con nosotros en la habitación y baño que habían sido de mi madre.

Después de tener un pre infarto, llegó a vivir en mi casa y ¡por fin fue abuelo! de sus bisniet@s que a veces lo recuerdan a él como el abuelito. En cierta ocasión observé cómo Josita, con poco más de un año, le tomaba la mano y su “abuelito” sabía que debía llevarla a deslizar en resbalín, fue emocionante. No tengo duda que mi padre vivió los últimos tres años más felices de su vida como abuelo de sus bisnietos.

Quiso acompañar a su nuera a la Iglesia donde concilió su vida con Dios y se convirtió en cristiano evangélico. Nunca le pregunté respecto a la vida que tuvo durante los años que no hicimos contacto.

En febrero del 2000 fueron de vacaciones a una parcela de Caleu, en que compartió amor cristiano y amistad con mi familia y hermandad de su Iglesia. Raúl Morales, como Oficial de la Iglesia en que mi padre fue acogido por el Señor, recuerda que junto con otros jóvenes lo acompañaban a avistar cuerpos celestes en lugar con cielos muy despejados, pero la precaria vista de mi padre no se lo permitía y recordaba con tristeza la poderosa visión que tuvo en su juventud.

Ese VIERNES, mi padre dijo “he visto algo tan maravilloso en el cielo, que ahora sé que ya puedo irme con Dios”. Esto porque sorprendió a todos cuando fue el primero en avistar un cuerpo celeste y luego otro. Pero de regreso a casa, dijo que nuevamente tenía la misma débil visión de antes.

El SÁBADO, pidió el mazo de cartas que abrieron para jugar y, con la habilidad propia de un tahúr, las distribuyó para hacer algunos de los trucos con que tantas veces entretenía… ninguno resultó y pensativo dijo: “hermanos, nuestro Dios ha quitado de mi esas habilidades que son artes malignas, me ha limpiado y perdonado, así ya estoy preparado para irme con Él”.

El DOMINGO, fui a visitarlos y en la tarde dijo que “debía hacer un trámite” y se regresó conmigo, intentaron convencerlo quedarse porque solo estaba mi hija en casa y argumentó: “mi trámite es urgente”.

El LUNES, salió “hacer su trámite”, regresó a casa de noche, feliz y narró a mi hija los hermosos momentos del asado que compartió con sus amigos.

El MARTES mi padre no llegó a desayunar ¡ya él dormía en el Señor!

El JUEVES hubo una tormenta, sin precedentes en febrero, durante su sepelio en Parque El Prado; el barro con que fue formado mi padre quedó junto al de mi madre. Asistió gente que no conocía y hubo un grupo de personas que me narraron hechos hermosos: durante el gobierno de la UP habían ocupado ilegalmente terrenos en La Florida; ahora el gobierno militar les pidió regularizar esas propiedades o serían desalojados; mi padre había sido uno de los propietarios de esos terrenos y sorprendentemente, los apoyó a obtener la propiedad legal. Ellos eran los amigos con quienes tuvo el asado y al finalizar, les dijo que no lo verían nunca más ¡porque él ya se iría de viaje!; luego un abrazo y un beso a hombres, mujeres y niños y todos emocionados, convencidos que viajaba al extranjero sin sospechar, que mi padre había cumplido su “trámite urgente”.