Ana Maria Gonzalez Muñoz (Poty) Como dos palomas se encuentran en una plaza de Santiago, así nos encontramos en la vida la Pity y la Poty, como una hermosa casualidad, destinadas a ser amigas, hermanas y compañeras en este paso por el mundo. Son muchos los años que llevamos juntas, hablamos a diario, no hay un solo día en que no nos demos los buenos días y las buenas noches.
Nuestras vidas se unieron por un azote del destino, pero eso es algo que debemos agradecer a ese flagelo llamado cáncer. Antes de esta enfermedad fuimos vecinas y nos saludábamos solo de paso, fue este infortunio de la vida el que nos unió cual acero en una fragua.
La Pity es una leona, luchadora y guerrera incansable, de un corazón que solo es comparable al más precioso diamante, y aunque muchas veces es terca y un tanto insoportable, sería una locura no tenerla a mi lado junto a su hermosa familia, ella es un regalo hermoso que me entregó el universo.
La Poty soy yo, una mujer con mucho valor, pero que, a su vez, con mucho dolor y que se expresó en un cáncer, horrible enfermedad que me enseñó todo lo que no había aprendido hasta ahora de la vida. Es en ese momento que llegó mi amiga, como una estrella a tratar de guiar mi camino, y me enseñó a que se puede decir con toda la certeza del mundo “ella es mi amiga”.
Yo de carácter apasionado y libre, aprendí de ella la paciencia y que todo se da en su momento y lugar. Nos han unido muchas cosas, incluso el dolor de perder a nuestros seres queridos, primero mi padre y dos años más tarde su marido Jaime, un loco soñador y de buen corazón. Su partida fue como él siempre dijo, rápida y sin mucho dolor. Cuatro meses después partió la mujer más bella del mundo, mi madre, y ha sido lejos el dolor más grande que me ha dado esta vida, pero mi Pity estuvo ahí sosteniendo mi mano para contenerme y abrazarme, es algo que nunca olvidaré. Han sido tantas nuestras aventuras que aún nos faltan algunos desafíos por cumplir, como hacer canopy y tirarnos en paracaídas, sé que lo lograremos y volaremos como dos aves surcando los cielos riéndonos hasta que nos duela el estómago.
La mejor aventura fue hace unos años cuando fuimos a la torre Entel a ver los fuegos artificiales de año nuevo y a mí no se me ocurrió nada mejor que hacerme la borracha y empecé a darle abrazos a personas que jamás había visto. La Pity se rió hasta llorar junto con nuestra familia, fue un momento liberador. O también cuando en la playa del canelo recién operada de mi segunda mama nos subimos en un impulso a un banano y gritamos y nos reímos tanto que todos se entusiasmaron y los dueños nos invitaron gratis a subirnos a animar sus viajes. Ahí me di cuanta somos un par de locas lindas.
En conclusión, la Pity y la Poty no pueden estar la una sin la otra ya que son una sola, estamos unidas como un eslabón de una cadena muy gruesa que no se puede cortar, espero contar siempre con ella en mí vida, y que ella cuente siempre conmigo en su vida.
Pity te dedico este relato con todo el amor del universo, Siempre Unidas desde el Corazón.