Homenaje a mi madre

Maoma Contar una parte de la historia de mí vida es ir a visitar el pasado y vuelven a mí imágenes del recuerdo que fluyen rápidamente. Nací en una ciudad sureña llamada Lota, zona minera, luego viví mi infancia hasta los 19 años en la Ciudad de Coronel, a 32 kilómetros de la Ciudad de Concepción. Allí cultivé muchas amistades que aún mantengo con los años. Tengo recuerdos bellos de muchos lugares donde jugaba con mi hermana, amigas y amigos.

En el año 1978, mi madre toma la decisión de irnos a vivir “a la Capital”, como se decía en esos tiempos, en busca de mejores oportunidades para ella y sus dos hijas, sin muchos recursos económicos, pocas redes de apoyo familiar, una vida dura enfocada solamente a trabajar y lograr sobrevivir en esta inmensa ciudad llamada Santiago. Fueron años de esfuerzo, se vivían tiempos complicados en Chile en esos momentos de mucha represión.

Han pasado más de 40 años, y veo a estas tres mujeres aguerridas, llenas de sueños, siempre con la mente puesta en el futuro. Pienso cómo lo logramos. Quizás nos rodeamos de gente que nos ayudó en su momento, quizás ese era nuestro destino, pero de lo que sí estoy segura es que mi madre fue la maestra de toda esta historia de vida. Una mujer tenaz, esforzada, amistosa, con ganas de ganarle al destino y sacar a sus dos hijas adelante, también una abuela excepcional.

Mi madre ya no está conmigo físicamente, pero la siento siempre acompañándome en cada instancia de mi vida, en momentos difíciles y de tanto dolor. Ella aparece en mis sueños para calmar mi tristeza y me entrega mensajes de aliento.

Hoy, que han pasado los años, llego a la conclusión que comenzar una nueva vida fue la mejor decisión que tomó mi madre. Ciertamente cuesta rehacerse de cosas cuando eres joven. Deje muchos objetos que no pudieron viajar conmigo. A veces los añoré, como libros, cuadernos, algún otro recuerdo que guardé en mis tiempos de estudiante o de algún novio, amigas o amigos. Pero al mismo tiempo, esto te deja una tremenda enseñanza: las cosas materiales van y vienen. Además, nada nos llevaremos cuando no estemos en este mundo.

Podría decir que esta historia de vida la viven muchas personas. Algunas logran sus sueños y otras no; sólo que cada ser humano, por muchos obstáculos que te sortea la vida, luchan por sus sueños y lo decretan así. Yo creo que hay que vencer los miedos y atreverse a hacer cambios de vida. Como anécdota que siempre la cuento a amigos o conocidos, en mis 63 años de vida me he cambiado de casa catorce veces, y lo seguiría haciendo sin problemas, no temo a los cambios si eso me hace feliz, vamos con todo.

Concluyendo este cuento de vivencia personal, sólo agradecer a la vida, por tanto, a mi familia, en especial a mi hijo por existir y elegirme como su madre, siempre con la vista al frente mirando un mejor futuro…